miércoles, 24 de marzo de 2010

Carlos Eduardo Zavaleta Rivera y El Montañista: La vida de los nevados

De la pléyade de escritores a los que, a través de su poética o de su prosa, suelo acercarme, Carlos Eduardo Zavaleta Rivera se sitúa en un lugar preferente. Este escritor ancashino (Caraz,1928), además de ser figura relevante de la Generación del 50, también es miembro activo de la Academia Peruana de la Lengua y docente de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos.

Que sea representante de la Generación del 50, no quiere decir que ya no escriba, por el contrario, sigue brindándonos lo mejor de su pluma con la agilidad, espontaneidad, impecable estilo y corrección de siempre; en este sentido, me precio de haber sido su alumno durante mis estudios de postgrado.

Navegaba en el internet, cuando leí un relato brevísimo titulado El Montañista, fechado el año 2003 y de autoría de nuestro preclaro creador. La facilidad de lectura y la profundidad de la temática me llevaron a explorar y hallar, en corta extensión, gran sustancia.

El valorar la naturaleza, más que una necesidad en el poblador del ande, es un don con el que éste nace. La admiración y orgullo por el medio que lo rodea –el verdor de los sembríos, el pardo gris de los cerros más bajos y la blancura de los nevados- es inmanente al poblador serrano, es por ello que contacta y se comunica profundamente con lo natural, sintiendo aquello que el común de la gente deja pasar.

“La montaña te ha visto por fin, lo sientes no sólo en el gorro de nieve, sino en el pecho de la mole,…”. Hermosa expresión con la que se inicia el cuento que nos entrega el tema que motiva y es objetivo del presente artículo: explicar cómo Zavaleta representa fielmente la visión andina de la naturaleza, específicamente, de los nevados.

Recurriré a una parte de las líneas citadas en el párrafo anterior: “La montaña te ha visto por fin,…”. Empieza el personaje central de este relato, escrito de modo que se entabla comunicación entre el autor y su personaje, por alertarnos dando fe del sentido de la vista que posee el nevado, nevado al que ha retado debido a una valentonada nimia que ha sido receptada por este fenómeno orográfico, pues el protagonista, a decir del escritor, fue a la montaña “… por lenguaraz, dijiste que venías del Callejón de Huaylas, donde, de estudiante, habías escalado hasta el pecho del Huandoy, y ahora te venció la lengua y dijiste que ese gorrito de nieve era un buen ensayo de montaña grande, y los demás se rieron,…”.

La montaña tiene vida, es indiscutible. Ella tiene en sus enormísimos brazos al montañista y, permítome hablarle a éste, “… y sientes que ella late, te mira, y vive frente a ti”; has sentido y has auscultado el corazón del nevado.

Pero, precisamente, aquí, es decir, luego de la afirmación previa, es que nos damos cuenta de que el nevado, además del sentido de la vista, posee el del oído, porque, señor protagonista “… ahora sabes que el nevado oyó”.
El nevado es un gran hombre, más que hombre, una divinidad que infringe temor a quien osa desafiarlo. Lo enceguece para hacerlo llorar elevando enésimamente su blancura y su luz; sin embargo, otorga el beneficio de sus grietas ensombrecidas para superar el miedo a su brillo y a su enormidad, pero que el protagonista no emplea.

Nadie lo sabe, en todo caso, sólo yo lo sé y lo percibo y lo siento a través de la pluma de Zavaleta, porque a medida que he avanzado en la lectura del relato, me he sumergido en él, pues como el insignificante y timorato retador del nevado, he sentido que la montaña se ha movido y también ruedo y caigo “como un guiñapo que no termina de rodar….”. Con El Montañista, el maestro Carlos Eduardo Zavaleta, aún cuando soy limeño, mi madre liberteña y escribo este breve artículo en la selva, ha despertado mi raíz paterna, serrana, yauyina, acashina.

Cumplí mi objetivo… ¡La montaña… el nevado, que lo diga un ancashino, tiene vida!

Yarinacocha, Ucayali, 20 de marzo del 2008.



EL MONTAÑISTA
Autor: Carlos Eduardo Zavaleta Rivera

La montaña te ha visto por fin, lo sientes no sólo en el gorro de nieve, sino en el pecho de la mole, en las grietas donde, de modo increíble, el sol de mediodía no penetra, dibujando, al revés, líneas diagonales de sombra.

Quién lo dijera, el sol no puede iluminar esos pliegues, esas grietas que serían minúsculas si tú pudieras volar como un pájaro y mezclar en tus ojos el espejo resplandeciente del nevado con esas rayas sombrías. Si fueses pájaro digo.

Sólo ahora entiendo mi error. No he traído lentes oscuros sino los habituales, apenas teñidos en un arco leve que deja el resto muy claro, despejado, indemne, como quien se entrega a quemarse en la mañana, y no únicamente a los rayos del sol.

El error se agranda y comprendes aún más: de cerca, la montaña es demasiado enorme para ti, para tus medidas de hombre, y sientes que ella late, te mira, y vive frente a ti. Quizá vaya a quemarte empezando por tus ojos, que ya no pueden más, que se cierran apenas saltas del andarivel y quedas a merced de la excesiva luz que jamás creíste hallar (cuando estabas abajo). Has venido por el aire como un niño en su cochecito de juguete y ¡zas! Quedaste ciego por un rato.

Los demás visitantes sí ven y aprovechan la cumbre del nevado para ponerse de espaldas y mirar el cerco inmenso de montaña sin nieve. Sí, descubres el nevado, está mirando también a las montañas grises, desnudas, hallan diálogo entre ellos, y tú eres el intruso, el equivocado, el hombre sin lentes debidos y que aún se cubre los ojos con las manos, a fin de mirar cautelosamente entre los dedos y decidir qué hacer, qué gritar, mientras que los demás ya chillan como niños felices que han cumplido el viaje.

Doy unos cuantos pasos para alejarme del resplandor y siento que el nevado me ve de espaldas, sabe que voy a huir, pero se burla de mis piernas tambaleantes, de la miopía (ya no estoy ciego, sólo miope) que me impide correr como los otros viajeros felices, quienes alzan los brazos de júbilo hacia los muñequitos de abajo, del fondo, que nos hacen señales de júbilo.

Me animo a reunirme con ellos. La montaña late y quizá va a moverse. Entonces me hago el modesto y me escurro hacia una línea de sombra y veo subir esta vez los andariveles vacíos. Sé que los demás montañistas seguirán contemplando el filo del abismo, la grieta donde debería concluir la nieve. El andarivel debe salvarme.
Doy unos pasitos de miope cuyos ojos han empezado a lagrimear; no soporto la luz sobre la nieve, siempre he visto los nevados desde abajo, era suficiente, ¿y ahora qué hago?.

¿Por qué viniste? No lo sé, por curiosidad, por lenguaraz, dijiste que venías del callejón de Huaylas, donde, de estudiante, habías escalado hasta el pecho del Huandoy, y ahora te venció la lengua y dijiste que ese gorrito de nieve era un buen ensayo de montaña grande, y los demás se rieron, pero ahora sabes que el nevado oyó.

Por un rato, de espaldas a la cumbre, lagrimeando, ves el círculo de montañas grises y civilizadas, donde debiste permanecer, el círculo de calma y sonrisa, una especie de corona al aire que por fin te envuelve. Quizá te meces, abres los brazos y crees que todo el mundo va a volar, menos la línea de hombrecitos de abajo, con sacones y gorros. Ahí viene la cadena de andariveles vacíos, blanco, de brillo y quemazón en los ojos cuyas lágrimas es imposible disimular.
¡Montaña del carajo!, digo fuerte, salto a sentarme en el primer andarivel, veo que la línea de montañistas me mira, me hace señas, pero el nevado se ha movido adrede y yo resbalo y hasta me veo rodar y caer como un guiñapo que no termina de rodar. Ahí voy yo. Ahí va él.

19 comentarios:

Carlos Alberto López Marrufo dijo...

Me parece que la manera como el autor del artículo refleja la creación de Zavaleta dota al lector de mayor interés, por lo que el artículo resulta sólido y correcto.


Jorge Alva L.
Pucallpa

Anónimo dijo...

bueno la persona que escrivio sete articulo quiere dar a conocer lo inportante que es la naturaleza para poder subsistir en la naturaleza y en el mundo

Anónimo dijo...

me parece que el autor o el escritor sige avansando y no se queda hay y me mucha alegria como refleja sus creaciones

clara davila

Anónimo dijo...

bueno la persona que escrivio sete articulo quiere dar a conocer lo inportante que es la naturaleza para poder subsistir en la naturaleza y en el mundo

mirella de dios

Anónimo dijo...

es muy buena

braulio perez montilla dijo...

bueno el texto leido da a conocer lo bueno que es la naturaleza nen nuestrom mundo.....(braulio perez montilla)

Anónimo dijo...

creo que el autor denoto un criterio solido en la que podemos mejorar como lector.... gabriel chosna caviño

Anónimo dijo...

dar a conocer lo que la vida natural nos regala a diarioy de alguna manera valorarla

Anónimo dijo...

ADMIRO AL AUTOR PUES ESCRIBIO UNA FASCINANTE NARRACION
jenny cuba

Anónimo dijo...

mi opinion es la montaña es el articulo de brillo de lagrimas de imposible disimular....wendi torres inuma

Anónimo dijo...

dar a conocer lo que la vida natural nos regala a diarioy de alguna manera valorarla



luisin zumaeta torres

Anónimo dijo...

fue muy linda esta historia ,me gusto como el autor lo creo
bernie

Anónimo dijo...

es una historia muy buena por que noa da a conocer lo importante que es la naturaleza......kiara torres valles

Anónimo dijo...

mi opinion da a conocer lo q la vida natural nos regala tambiem nos da a conocer de la importancia de nuestra naturaleza la historia esta muy bonita y bien narrado


solansh cortegano ruiz 4to "A"

Anónimo dijo...

yo opino que el autor cambia su identidad en la historia asiendose pasar por un campesino y eso no obtubo resultados buenos mas si malos

jhossy mercedes dijo...

bueno mi comentario es q un joven viajo al extranjero por motivos de trabajo dejando su familia su pueblo su pais para sobresalir en el extranjero a principios le fue muy bien pero luego lo despidieron quien se desquito con el robot qe se habia comprado destruyendolo por q lo habian botado de su trabajo

Anónimo dijo...

trata de un escritor que escribio una novelay donde hizo su carrera en la ciudad de lima en la universidad mayor de san marcos despues de su carrera se dedico escribir novelas y textosy su vida es muy bonita.

valeria ramirez dijo...

mi comentario acerca del ensayo y robots.esque las dos lecturas dan a conocer opiniones y analisis para que asi nosotros podamos argumentar textos. que nos puedan ayudar a formar conclusines adecuadas a lo que estamos realizando

Anónimo dijo...

mi comentario es que elprotagonista carlos zavala eres amante a la montañita nevada tal como lo descrive en el texto... y que esta montañita nevada se encuetra en la sierra eso es todo
josem manuel cauper cachique 4to "A"