domingo, 17 de octubre de 2010

Eguren: cuál es la niña de la lámpara azul

Que José María Eguren, haya sido pintor, vivido cerca del mar –en Barranco- y padecido apremios económicos ha influido indubitablemente en buena parte de su poesía.

La manera particular de percibir el mundo denota en Eguren su sentir por la naturaleza, suavidad de ánimo, inclinación hacia lo exótico e infantilidad expresiva. La forma como enlaza lo común con lo desconocido, incluso en la palabra, produce un efecto pictórico en la mente de quien se aproxima a su verso y una aparente facilidad de comprensión de la forma.

Sin embargo, sé de quienes luego de leer a Eguren han quedado con una sensación de paz anímica, de tranquilidad corpórea, de calma espiritual y una nostalgia de infancia, de candidez, de vecindad, de inocencia, aun cuando no lo hayan comprendido.

La niña de la lámpara azul es uno de los poemas del vate simbolista que provoca este efecto. Pero, cuál es la niña de la lámpara azul. Me atrevo a formular una interpretación de este poema, anticipando que, tal vez, la niña no es precisamente esa niña. Solo leámoslo con fruición.

En el pasadizo nebuloso
cual mágico sueño de Estambul,
su perfil presenta destelloso
la niña de la lámpara azul.

En medio de la niebla del amanecer, como cortinajes de seda exóticos, propios del medio oriente, asoma un fulgurante, destelloso rayo, emitido por el sol, pero, proyectado por la niña… por la niña.

La imagen que proporciona la niña no es una común, es una imagen dotada del esplendor del mar y del momento de paz y placer sumo que solo puede brindar el mar, incluso sin estar frente a él. De esta manera, el sol comienza a insinuarse y a dotarnos de su luz, pues
Ágil y risueña se insinúa,
y su llama seductora brilla,
tiembla en su cabello la garúa
de la playa de la maravilla.

Esa calma, esa paz, nos abstrae del mundo real, para llevarnos al mundo que inspira únicamente el momento en que el sol comienza, progresivamente a posesionarse del mundo, de esta manera
Con voz infantil y melodiosa
en fresco aroma de abedul,
habla de una vida milagrosa
la niña de la lámpara azul.

El sol nos prodiga la visión de una ruta celestial, el tránsito del astro rey; ya fue el amanecer; estamos en el esplendor; momentos proyectados por nuestra visión; es un camino situado en nuestra mente, sentido en nuestro cuerpo; un camino que nos ofrece seguridad y tranquilidad excelsas, así
Con cálidos ojos de dulzura
y besos de amor matutino,
me ofrece la bella criatura
un mágico y celeste camino.
El caminar del sol va llegando al ocaso, pero aun así nos sigue mostrando el camino, y entre las nieblas del vaporoso tul y hasta entrada la noche, ya no con el sol, más bien con la luna, nuestra vista continúa proyectando la luz que nos prodiga la satelital lumbrera:
De encantación en un derroche,
hiende leda, vaporoso tul;
y me guía a través de la noche
la niña de la lámpara azul.

Entonces, tal como le he interpretado la niña de la lámpara azul es, nuestra niña, aquella que da paso a la luz, la niña de todos: la niña de los ojos.

Favila, una visión de la muerte

Al leer y vivir la poética de Eguren debemos saber que estamos ante la creación de un poeta que nos puede llevar por caminos sorprendentes de su fantástico mundo. Los recursos que emplea para conseguir su objetivo son, sobre todo, basados en imágenes, es decir hay que sumergirnos en el goce de su lira sabiendo que los escrito no es necesariamente lo que dice, hay que leerlo con predisposición evocadora, sensorial y con auténtico compromiso, hay que salir de este mundo para ingresar en el universo que Eguren nos entrega.
Favila es, como todos los de su creación, un poema sencillo de tonalidad, pero nutrido de imágenes que nos invitan a una sesuda y, sin embargo, natural interpretación.
El título del poema, Favila, nos refiere a una chispa, a algo que brilla espontáneamente y que se desprende de una sustancia incandescente, pero no es cualquier chispa o cualquier partícula, es una que, luego de prodigarnos su fulgor, se convierte en ceniza. Así es la vida humana, luego de un efímero brillo, de un fugaz esplendor, desaparece con la muerte, nos convertimos en cenizas.
La tonalidad el poema no nos permitiría decir que éste alude al momento final de nuestra vida, pero si leemos:
En la arena
se ha bañado la sombra
una, dos
libélulas fantasmas...

es clara la alusión a lo que he referido en el párrafo precedente. Compara ese brillo con el velozmente perecedero de las libélulas, pero precisa que la arena ha cubierto esas libélulas. Por qué no es la tierra la que cubre, por qué la arena. Sin duda aquí está la influencia de un aspecto importante de su vida: Barranco, la playa y el mar.
Las almas de quienes están en el trance de la muerte cual
Aves de humo
van a la penumbra
del bosque.

y transitan durante un tiempo que puede ser ese Medio siglo en el que comienza nuestra ancianidad, en el que el cabello muestra un intenso argentino color, momento que Eguren enlaza al tiempo de vida -y en el límite blanco- en el que esperamos la muerte, la oscuridad, esperamos la noche.
Ya en el cementerio somos bañados con flores, que más propiamente, siendo la muerte, parafraseando a Manrique, el mar, no son flores, sino algas que nos entregan el perfume final, entonces escuchamos la vos de Eguren:
El pórtico
con perfume de algas,
el último mar.
Eguren remata su poema, en alusión lapidaria, consonante con el final de nuestra existencia, diciéndonos:
En la sombra
ríen los triángulos.

La maestría de su lira, a simple lectura, no nos permitió leer así el poema, pero la dulzura con que aborda la muerte, nos hace percibir una visión peculiar de este inexorable momento. Así, no temo a la muerte.

Óscar Limache: una interpretación de Los Reyes rojos

Uno de los poemas más leídos de José María Eguren es Los Reyes rojos, canto que comunicaría a simple lectura un homenaje a la lucha entre dos reyes, pero ¿existen reyes rojos?, ¿dos reyes podrán combatir con una sola lanza?, ¿existirán reyes halcones?. En fin, estas cuestiones han sido absueltas en la interpretación de este poema presentada por Óscar Limache, en el I Congreso de Lengua y Literatura realizado en Pucallpa, el año 2004.

Desde la aurora

combaten

dos reyes rojos, con lanza de oro.

Es precisamente en la primera estrofa donde se presenta la posibilidad de que el poema sea un canto a la lucha que viven dos reyes, pero la particularidad es que es tos dos reyes lucha con una lanza que no es dorada, sino de oro.
Por verde bosque

y en los purpurinos cerros

vibra su ceño.

Nos da la idea del traslado de la lucha a otros escenarios como el bosque y los cerros; ahora, la lucha se asume real, pues tienen, estos reyes, el ceño vibrante, solo que para dos reyes hay un solo ceño. Ahora bien, existen bosque verdes, pero ¿habrá cerros rojos o es que Eguren alude un momento específico del día?. Al parecer sí. Eguren alude el momento en el que el sol, en todo su esplendor, permite que los cerros y otras bondades naturales se las observe con un tono rojizo.
Falcones reyes

batallan en lejanías

de oro azulinas.

Ahora los reyes, además de rojos, son halcones, y el escenario de lucha son lejanías ¿de oro?, ¿lejanías azulinas?, ¿el oro torna azulinas las lejanías?. Da la impresión que no es literal lo que expresa Eguren, de hecho no lo es. El escenario que nos muestra el vate es el del cielo en un momento determinada, un cielo en el que hay sol y, siendo cielo, tiene un color azulino; en todo caso, resulta alegórico todo lo cantado hasta aquí, porque podríamos leer que la lanza de oro de la primera estrofa es un rayo de sol, el rayo que nos despierta, el que nos anuncia, en la aurora, el nuevo día.
Por la luz cadmio

airadas se ven pequeñas

sus formas negras.

Aquí, iremos confirmando lo que hemos interpretado hasta el momento. El color blanco, la claridad, son expresados por el concepto ‘cadmio’; sin embargo, cuando refiere que las figuras de los halcones reyes rojos se ven pequeñas y negras, inmediatamente nos hace evocar la figura del ave en la lejanía, pero con una característica especial: el halcón es famoso por su excelente visión; entonces, ¿no se parecerán estos halcones divisados a lo lejos a la forma que adquieren los ojos cuando el ceño vibra si miramos al sol o si esforzamos los ojos en la oscuridad?. Solo imaginemos la forma de los ojos. Estos ojos que ante el rayo de sol mañanero se tornan rojos, ojos que son dos reyes, luchando contra una lanza de oro, pero ambos del mismo bando, es decir, la lucha no es entre ellos.

Viene la noche

y firmes combaten foscos

los reyes rojos.

En efecto, también en la oscuridad siguen combatiendo los reyes rojos, al parecer son nuestros ojos. Pero la sencillez de Eguren nos puede llevar a rumbos diversos, entonces leamos el título para confirmar lo que progresivamente hemos encontrado en este hermoso poema: Los reyes rojos

Ahora eliminemos la primera letra de cada una de las dos últimas palabras del título:

Los (r)eyes (r)ojos = eyes / ojos

Así es. Un canto a la fuerza, al vigor de los ojos.